Esa profunda amalgama, la cubanidad

La formación de una cultura cubana, propia, fue un largo y difícil proceso de búsquedas, retrocesos y adelantos, hasta la creación de la identidad nacional. La diversidad de sus componentes étnicos y culturales, la resistencia feroz de la metrópoli española a la independencia de Cuba y el crisol de las guerras anticoloniales, marcaron de modo muy particular los primeros pasos de esa identidad.

A ello habría que agregar que, en las distintas etapas de nuestro desarrollo histórico, la existencia de fuerzas, corrientes, tendencias orientadas a la defensa de la cubanidad, para empezar, ante la falsa imagen que de ella intentaron forjar primero la metrópoli, España, y luego Estados Unidos, donde la tergiversación halló terreno favorable en las apetencias imperiales, en un racismo oprobioso y en una visión discriminatoria del hombre latinoamericano.

Estereotipos de lo cubano expuestos en los diarios norteamericanos The Manufacturer, de Filadelfia, y The Evening Post, de Nueva York, en 1889, originaron la respuesta de nuestro José Martí, en su artículo Vindicación de Cuba1.

Ante la infamante semblanza de un «pueblo afeminado», «de vagabundos míseros y pigmeos morales», «de inútiles verbosos, incapaces de acción, enemigos del trabajo recio», Martí responde, con patriotismo e indignación, que «hemos peleado como hombres, y algunas veces como gigantes para ser libres», y aclara que, en esa pelea, «nosotros no teníamos hessianos ni franceses, ni Lafayette o Steuben, ni rivalidades de rey que nos ayudaran», en alusión directa a personajes y circunstancias que favorecieron la independencia de las Trece Colonias. Ripostar

También aprovechó el Apóstol esa ocasión para pasar de la defensa a la acusación, para golpear en su centro el mito de Estados Unidos como meca y modelo de las naciones libres, y refrendar que los cubanos, muy distintos de los dibujados ofensivamente por ambos periódicos, no desean la anexión de Cuba a los Estados Unidos, no la necesitan, porque «no pueden creer honradamente que el individualismo excesivo, la adoración de la riqueza, y el júbilo prolongado de una victoria terrible, estén preparando a los Estados Unidos para ser la nación típica de la libertad».

Aunque minoritarias, algunas tendencias se han nutrido -y continúan nutriéndose- de una cubanidad mutilada. La cultura plattista, o anexionista, es ejemplo de ello. Sustentado especialmente por el sector más reaccionario de la emigración cubana en el estado de Florida, EE.UU., el anexionismo, o plattismo, sigue existiendo.

Como bien dijese el mismo Martí, «la idea de la anexión está condenada a impotencia permanente; pero es un factor grave y continuo de la política cubana… y mañana perturbará nuestra república».2

También ha existido, en distintos momentos de nuestra historia, un tipo de cubano «renegado», al que se acusa de un sentimiento nacional poco sólido y una débil estructura ética. Ahí caben desde los pesimistas antinacionales denunciados en 1913 por José Sixto de Sola3, hasta los cubanos que se «avergüenzan y reniegan de serlo», señalados por don Fernando Ortiz en 1949.

En la última charla de su ciclo sobre Lo cubano en la poesía (1957), Cintio Vitier citaba la definición de John Quincy Adams sobre Cuba como «fruta madura» destinada a caer por gravitación en manos de Estados Unidos, y al respecto reflexionaba:

«Vistas las cosas desde un ángulo estrictamente económico, podría decirse que la ley enunciada se cumplió, se está cumpliendo (…) Pero contemplando el principio desde el ángulo espiritual, comprobamos con asombro que no, que la fruta no cae en las manos yanquis, sino que se deshace y evapora en la brisa como un perfume inapresable. Cierto que somos víctimas de la más sutilmente corruptora influencia que haya sufrido jamás el hemisferio occidental, y digo esto no porque le atribuya una malignidad específica, sino porque lo propio del ingenuo American way of life es desustanciar desde la raíz los valores de todo lo que toca».4

Ese deshacerse y evaporarse de «la fruta» es resultado también de la cubanidad, que condiciona actitudes, aspiraciones, sentimientos, modos de ser y de vivir; de esa compleja amalgama que conforma lo más profundo de nuestra mentalidad nacional, dispuesta a luchar y sobrevivir ante cualquier contingencia.

Cubanidad que, al decir de don Fernando Ortiz, «no consiste meramente en ser cubano por cualquiera de las contingencias ambientales que han rodeado la personalidad individual y le han forjado sus condiciones; son precisas también la conciencia de ser cubano y la voluntad de quererlo ser».5

(1) Martí, José: «Vindicación de Cuba», The Evening Post, Nueva York, 25 de marzo de 1889, O.C., t. 1.
(2) Martí, José: «El remedio anexionista», Patria, Nueva York, 2 de julio de 1892. En Obras Completas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975, t. 2).
(3) José Sixto de Sola: «El pesimismo cubano», en Cuba Contemporánea. La Habana, t. III, no 4, 1913.
(4) Cintio Vitier: Lo cubano en la poesía; primera edición: 1958. La Habana, Instituto del Libro, 1970.
(5) Ortiz, Fernando: «Los factores humanos de la cubanidad», en Etnia y sociedad, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1993.

Fuente: EXCLUSIVO, 02/09/11

Ensayo «Nuestra América»

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.

A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre?, ¿el que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en los años en que los veía venir contra su tierra propia? ¡Estos «increíbles» del honor, que lo arrastran por el suelo extranjero, como los increíbles de la Revolución francesa, danzando y relamiéndose, arrastraban las erres!

Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña. La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.

Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido los tiranos de América al poder; y han caído en cuanto les hicieron traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.

En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir y resolver las dudas con la mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. ¿Cómo han de salir de las Universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages: porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.

Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, venimos, denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura, unos cuantos tenientes y una mujer alzan en México la república en hombros de los indios. Un canónigo español, a la sombra de su capa, instruye en la libertad francesa a unos cuantos bachilleres magníficos, que ponen de jefe de Centro América contra España al general de España. Con los hábitos monárquicos, y el Sol por pecho, se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte y los argentinos por el Sur. Cuando los dos héroes chocaron, y el continente iba a temblar, uno, que no fue el menos grande, volvió riendas. Y como el heroísmo en la paz es más escaso, porque es menos glorioso que el de la guerra; como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden; como gobernar con los sentimientos exaltados y unánimes es más hacedero que dirigir, después de la pelea, los pensamientos diversos, arrogantes, exóticos o ambiciosos; como los poderes arrollados en la arremetida épica zapaban, con la cautela felina de la especie y el peso de lo real, el edificio que había izado, en las comarcas burdas y singulares de nuestra América mestiza, en los pueblos de pierna desnuda y casaca de París, la bandera de los pueblos nutridos de savia gobernante en la práctica continua de la razón y de la libertad; como la constitución jerárquica de las colonias resistía la organización democrática de la República, o las capitales de corbatín dejaban en el zaguán al campo de bota-de-potro, o los redentores bibliógenos no entendieron que la revolución que triunfó con el alma de la tierra, desatada a la voz del salvador, con el alma de la tierra había de gobernar, y no contra ella ni sin ella, entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico. El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón; la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de uno sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu.

Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros -de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen- por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.

Pero «estos países se salvarán», como anunció Rivadavia el argentino, el que pecó de finura en tiempos crudos; al machete no le va vaina de seda, ni en el país que se ganó con lanzón se puede echar el lanzón atrás, porque se enoja, y se pone en la puerta del Congreso de Iturbide «a que le hagan emperador al rubio». Estos países se salvarán, porque, con el genio de la moderación que parece imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura crítica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empapó la generación anterior, le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real.

Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar a sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos quedó el oidor, y el general, y el letrado, y el prebendado. La juventud angélica, como de los brazos de un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria estéril, la cabeza coronada de nubes. El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil, de la resistencia del libro contra la lanza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las castas urbanas divididas sobre la nación natural, tempestuosa o inerte, se empieza, como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. «¿Cómo somos?» se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución a Danzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república. El tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de afuera. El general sujeta en la marcha la caballería al paso de los infantes. O si deja a la zaga a los infantes, le envuelve el enemigo la caballería. Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando por las venas, la sangre natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar. Los economistas estudian la dificultad en sus orígenes. Los oradores empiezan a ser sobrios. Los dramaturgos traen los caracteres nativos a la escena. Las academias discuten temas viables. La poesía se corta la melena zorrillesca y cuelga del árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada de idea. Los gobernadores, en las repúblicas de indios, aprenden indio.

De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una bomba de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. Otras acendran, con el espíritu épico de la independencia amenazada, el carácter viril. Otras crían, en la guerra rapaz contra el vecino, la soldadesca que puede devorarlas. Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña. Y como los pueblos viriles, que se han hecho de sí propios, con la escopeta y la ley, aman, y sólo aman, a los pueblos viriles; como la hora del desenfreno y la ambición, de que acaso se libre, por el predominio de lo más puro de su sangre, la América del Norte, o el que pudieran lanzarla sus masas vengativas y sórdidas, la tradición de conquista y el interés de un caudillo hábil, no está tan cercana aún a los ojos del más espantadizo, que no dé tiempo a la prueba de altivez, continua y discreta, con que se la pudiera encarar y desviarla; como su decoro de república pone a la América del Norte, ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la provocación pueril o la arrogancia ostentosa, o la discordia parricida de nuestra América, el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.

No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza, donde resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas.  Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercanía de otros pueblos diversos, caracteres peculiares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de preocupaciones nacionales pudieran, en un período de desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del país, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte declara perecederas e inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de la historia, suben a tramos heroicos la vía de las repúblicas; ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la unión tácita y urgente del alma continental. ¡Porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Zemí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!

-La Revista Ilustrada de Nueva York – 10 de enero de l891
-El partido liberal – México – 30 de enero de 1891

José Julián Martí Pérez

José Julián Martí Pérez, también conocido por los cubanos como «El apóstol», fue un político, pensador, periodista, filósofo, poeta y masón cubano, creador del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y organizador de la Guerra del 95 o Guerra necesaria. Su pensamiento trascendió las fronteras de su Cuba natal para adquirir un carácter universal.

José Mart�

Nacimiento: 28 de enero de 1853
Cuba – La Habana
Fallecimiento: 19 de mayo de 1895
Dos Rios – Cuba
Ocupación: Escritor, Filósofo, Poeta y Político ( Ex Presidente de la República en Armas )
Cónyuge(s): Carmen Zayas-Bazán
Hijo(s): José Francisco Martí Zayas-Bazán, «El Ismaelillo»

Infancia y juventud

Sus padres fueron Don Mariano Martí y Navarro, procedente de Valencia, y Doña Leonor Pérez Cabrera, originaria de Santa Cruz de Tenerife, islas Canarias. Fue al colegio de San Anacleto, dirigido por Rafael Sixto Casado y más tarde al colegio de San Pablo, dirigido por Rafael María de Mendive, quien se convertiría en un segundo padre para él.

Con sus padres viaja a España en 1857 y regresa a Cuba en junio de 1859. Su padre desempeñó varios cargos en el ejército: primero fue celador y más tarde ocupó el puesto de capitán, juez pedáneo de La Habana al sur de la actual provincia de Matanzas, desde abril de 1862 a enero de 1863.

Durante este tiempo, su padre lo lleva con él y lo tiene a su lado. Gracias a gestiones de su maestro y educador María de Mendive, en agosto de 1866 ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. El 19 de enero de 1869, ya comenzada la llamada Guerra de los Diez Años ( 1868-1878 ) en los campos cubanos, publica junto a su amigo Fermín Valdés Domínguez sus primeros artículos políticos en El Diablo Cojuelo, periódico que pertenecía a este último. El 23 de enero de ese mismo año editó un único número de su periódico La Patria Libre, donde hace público su drama en verso, Abdala.

(Extracto de Abdala 1869)
(…) El amor madre a la patria,
No es el amor ridículo a la tierra
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas
Sino el odio invencible a quien la oprime
Es el rencor eterno a quien la ataca (…)

Prisión y destierro

Estatua a José Martí con la tribuna antiimperialista de La Habana de fondoA raíz del encarcelamiento de su maestro y guía Mendive, a causa de los sucesos del teatro Villanueva entre un grupo de partidarios de la independencia y los más recalcitrantes elementos de un cuerpo paramilitar llamados «Los Voluntarios», se producen varios registros en las viviendas de muchos criollos intelectuales, entre ellos la casa de Fermín Valdéz Domínguez, su amigo, lugar donde se encuentra una carta firmada por Martí y dirigida al condiscípulo Carlos de Castro y de Castro, en la cual lo trata de traidor por no apoyar la causa criolla y haberse alistado en el ejército español. Juzgado en consejo de guerra, Martí, quien además en dicho juicio asume toda la responsabilidad, fue condenado a 6 años de cárcel y Fermín Valdéz a seis meses.

El 21 de octubre de 1869, a la edad de 16 años, Martí ingresa en prisión y desde la cárcel le envió una foto a su madre con los siguientes versos escritos por él :

«Mírame, madre,
y por tu amor, no llores:
Si esclavo de mi edad y mis doctrinas
tu mártir corazón llené de espinas,
piensa que nacen entre espinas flores».

El 4 de abril de 1870 fue llevado a las canteras de San Lázaro, junto a otros presos, a realizar trabajos forzados. Allí conoció las injusticias de la prisión y la rudeza con que las autoridades españolas trataban a los condenados. Quebrantada su salud, su padre hace varias gestiones hasta que logra que le conmuten la pena por el destierro a España. Así el 15 de enero de 1871 parte rumbo a Cádiz, poco después se establece en Madrid y en ese mismo año publica El presidio político en Cuba su primera obra en prosa y en la que denuncia las atrocidades del gobierno colonial español en la Isla, y en particular muestra horrorizado las atrocidades que se cometieron con otro de los prisioneros: Pedro Figeredo, un niño que era sometido a trabajos forzados estando enfermo. También comienza sus estudios de Derecho en la Universidad Central e inicia al mismo tiempo una incipiente pero rápida actividad política en la metrópolis que lo lleva a sostener polémicas con el periódico madrileño La Prensa, y donde condena el fusilamiento de los 8 estudiantes de medicina en La Habana, acaecido en 1871, acusados de haber profanado la tumba del periodista español Gonzalo de Castañón. Es válido señalar sobre este hecho que estos estudiantes de medicina fueron condenados realmente por estar vinculados a actividades de derecha y por la rabia que causaba al ejercito español los triunfos militares que estaban ocurriendo en Oriente; pués ya había comenzado la llamada Guerra de los diez años o Guerra Grande. Ésta fue una época de violentas represiones contra la población civil cubana.

Después de operado por las lesiones producidas por los grilletes de la cárcel, por las cuales seguirá sufriendo el resto de su vida, se traslada a Zaragoza con su amigo Fermín Valdés en 1873. Allí, en 1874 termina su drama Adúltera. En sólo un año se gradúa de Licenciado en Derecho Civil y Canónico y, pocos meses después, de Licenciado en Filosofía y Letras. Durante estos ultimos dos años, Martí descubre lo más significativo del filósofo alemán Krause a través de sus seguidores españoles, y le presta una gran atención a su trascendentalismo en filosofía, lo cual va a ser el punto en común con el filósofo norteamericano Emerson, a quien Martí le profesó una gran admiración durante toda su vida de literato, educador, político y militar hasta su muerte.

A fines de 1874 viaja a varias ciudades europeas, entre ellas París, dónde conoce a Víctor Hugo, Augusto Bacquerie y más tarde, en un segundo viaje, a la actriz Sarah Bernhardt.

Poco después viaja a México, al que llega desembarcando por Veracruz. Allí experimentó dos años trascendentales en su vida, ya que aprendió a conocer la América profunda, la américa indígena y su pasado de grandeza. En ese mismo país conoce y contrae matrimonio, en 1877, con Carmen Zayas-Bazán, una Camagüeyana proveniente de una familia acomodada exiliada en México.

Esta época va a ser muy intensa para la vida de José Martí, viaja a Guatemala donde fue nombrado catedrático de literatura y de historia de la filosofía en la escuela normal central de ciudad de Guatemala, colabora en varias publicaciones como la revista «Universidad» y es nombrado vicepresidente de la sociedad literaria Patria y Libertad. En esos tiempos sostiene una profunda amistad con María García Granados hija del ex presidente de guatemalteco Miguel García Granados y a la que inmortalizaría en su poema, La niña de Guatemala que forma parte de versos sencillos.

El 31 de agosto de 1878 regresa a La Habana y allí comienza a trabajar en los bufetes de abogado de Nicolás Azcárate y Miguel Viondi. El 22 de noviembre nace su hijo José Francisco a quien todos conocerían después como «el Ismaelillo», por la obra que le dedicó, del mismo nombre. El 21 de abril de 1879, por sus discursos en el Liceo de Guanabacoa, fue detenido y acusado de conspirador, motivo por el cual es deportado nuevamente hacia España el 25 de septiembre de ese mismo año.

En 1882 publica El Ismaelillo, dedicado a su hijo, y Versos Libres.

A su hijo le escribe en en el prologo de El Ismaelillo:

Hijo :
Espantado de todo, me refugio en ti.
Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.
Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así.
Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. :Cuando he cesado de verte en esa forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón.
¡Lleguen al tuyo !

Escenas norteamericanas

En 1881 se establece en Nueva York, lugar donde comienza a planificar y organizar la independencia de Cuba, colaborando con los periódicos neoyorkinos The Hour y The Sun.

A partir de este momento, su vida no tiene reposo. Discursos, publicaciones y encuentros para organizar la guerra, fueron actividades mediante las cuales nucleó a los cubanos emigrados dentro de clubes revolucionarios que fueron la célula fundamental de lo que más tarde sería el Partido Revolucionario Cubano (PRC), fundado el 5 de enero de 1892 en el Club San Carlos, Cayo Hueso, Florida (EE.UU); siendo el resultado de años de intensa labor de reunificación y organización del exilio cubano para recomenzar la «guerra necesaria», quedando las causas de Cuba y Puerto Rico unidas en los estatutos del PRC.

Ya en esta época Martí, además de resumir en su obra y acción lo más avanzado del espíritu progresista del pensamiento político cubano, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, es además un americanista convencido en la necesidad de la unión de lo que el denominó Nuestra América, convirtiéndose indiscutiblemente en uno de los pensadores más ilustres de América y del mundo cuyo pensamiento conserva toda vigencia en nuestros días. Lo que Martí predica en su tiempo es lo que se debe lograr en éste.

El 5 de septiembre de 1881 escribe sus Cartas de Nueva York o Escenas Norteamericanas, que aparecerán en diferentes diarios americanos como La Opinión Nacional de Caracas, El Partido Liberal de México, La Nación de Buenos Aires, La América de Nueva York y otros.

En 1882 escribe la mayoría de los poemas conocidos como Versos Libres. Por esta época la intensa labor periodística y al mismo tiempo de organizador de la guerra provocan una ruptura con su esposa Carmen Zayas-Bazán con quien se separa definitivamente. Esta a través de un cónsul radicado en Nueva York lo separa de su hijo y escapa sin su consentimiento. En 1883 es redactor de La América, de la que más tarde sería su director. En 1885 publica Amistad Funesta, considerada hoy como la primera novela modernista. En 1886 trabaja sin descanso como corresponsal en Nueva York de diversos periódicos latinoamericanos como La América, El Latino Americano, La República de Honduras y La Opinión Pública de Montevideo.

El 16 de abril de 1887 se encarga del consulado de Uruguay en Nueva York, en septiembre termina la traducción de Ramona, de Helen Hunt Jackson, colabora en El Economoista Americano de Nueva York y trabaja en la traducción del poema Lalla Rookh, de Thomas Moore que no ha podido ser hallada. El 25 de marzo de 1889 aparece publicada en The Evening Post, su carta de «Vindicación de Cuba» en respuesta a un artículo del The Manufacturer de Filadelfia sobre la posible compra de Cuba por los Estados Unidos. En julio de ese año aparece La Edad de Oro, revista mensual dedicada a los niños de América enteramente redactada por él y del que sólo salieron cuatro números.

El 24 de julio de 1890 fue nombrado cónsul de Argentina en Nueva York, el 30 del Paraguay y en octubre comienza a trabajar como instructor de español en la clase nocturna de la escuela central de Nueva York.

Ese mismo año es designado representante de Uruguay en la Comisión Monetaria Internacional Americana de Washington D.C..

Para dedicarse por entero a su labor patriótica de organización de la guerra en Cuba y para acallar las protestas del cónsul español, en octubre de 1891 renuncia a todos sus cargos de cónsul de Argentina, Uruguay y Paraguay así como a la presidencia de la Sociedad Literaria Hispano-Americana.

Invitado por Néstor Leonelo Carbonell a nombre del Club Ignacio Agramonte llega a Tampa el 25 de noviembre de 1891 y el 26 y 27 pronuncia sus discursos Con Todos y para el Bien de Todos y Los Pinos Nuevos. El 5 de enero de 1892, en reunión de presidentes de las agrupaciones patrióticas de los clubes en el Hotel Duval House, se aprueban las bases y estatutos del Partido Revolucionario Cubano.

De regreso a Nueva York pronuncia un discurso conocido como oración de Tampa y Cayo Hueso en el Hardman Hall. Funda el periódico Patria, que aparece el 14 de marzo y es elegido delegado del Partido Revolucionario Cubano. El 31 de agosto parte a entrevistarse con Máximo Gómez, el Generalísimo, en Montecristi (Republica Dominicana).

De regreso a Nueva York continua con su actividad hasta que el 25 de mayo de 1893 se traslada de nuevo a Santo Domingo, donde una vez más se entrevista con Gómez y el 30 conferencia con el Mayor General Antonio Maceo en San José de Costa Rica. El 28 de octubre pronuncia en Nueva York un discurso en honor de Bolívar, y prosigue su intenso trabajo de organización a través de una copiosa correspondencia y viajes incesantes por Estados Únicos, Costa Rica, Panamá, Jamaica, y México, país donde se entrevista con su presidente Porfírio Díaz.

La guerra necesaria

Hacia finales de 1894 casi ha completado los detalles del « Plan Fernandina »,consistente en invadir la isla de Cuba mediante tres expediciones coordinadas con levantamientos internos; pero el plan fracasa, por una delación en la cual se culpa al coronel López de Queralta. Una vez fracasado el plan, el 30 de enero de 1895, sale de Nueva York hacia Cabo Haitiano en compañía de Mayía Rodríguez y de Enrique Collazo. El 25 de marzo, después de conocer las noticias del alzamiento en Cuba, redacta El manifiesto de Montecristi, programa ideológico de la revolución, firmado por él y por Máximo Gómez.

El 1 de abril escribe a Gonzalo de Quesada y Arostegui y sale de Montecristi hacia Cuba con Máximo Gomez y otros patriotas en la goleta Brothers, cuyo capitán se niega a cumplir lo pactado, llegar hasta las costas cubanas. Finalmente el 10 del mismo mes parten de Cabo Haitiano en el vapor Nordstrand hacia Cuba y desembarca en el sitio conocido como Playitas de Cajobabo al sur de la región oriental de la Isla.

El 11 de abril de ese año de 1895 en pleno monte establecen contacto con la guerrilla de Félix Ruenes y más tarde con las fuerzas de José Maceo, hermano del heroico General Antonio Maceo, y el 3 de mayo redacta el manifiesto sobre las causas de la guerra para el New York Herald.

El 15 de Abril, los generales veteranos de la Guerra de los Diez Años, Máximo Gómez y Antonio Maceo, en justo reconocimiento a su labor titánica de organizar la guerra y unir a los cubanos en un mismo objetivo, la independencia, lo nombran Mayor General del Ejército Libertador. Un día antes de morir, el 18 de mayo de 1895, le escribe a su amigo Manuel Mercado en un campamento cerca de Dos Ríos, la que sería su última carta, considerada su testamento político:

Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895

Señor. Manuel Mercado.

Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir: ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía, y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber- puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo-de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin. Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos, -como ese de Vd. , y mío, -más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal q. los desprecia, – les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos.
Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas; y mi honda es la de David. (…)

Caída en Combate El 19 de mayo de 1895 cae en combate cerca un lugar conocido como Dos Ríos, donde se cruzan los ríos Cauto y Contramaestre, en una escaramuza contra una tropa al mando del coronel español Ximénez de Sandoval. Una bala segó la vida del héroe cubano en plena madurez; los españoles se apoderaron del cadáver del apóstol y luego de comprobar que se trataba del jefe cubano lo enterraron en el cementerio de Santa Ifigenia en la ciudad de Santiago de Cuba. Algunas versiones sugieren que bien se trató de un suicidio político para un héroe ideológico sin experiencia en el combate, otras han sugerido que pudo haber caído víctima de un cruce de disparos, quizá por la mano de uno de sus propios hombres de combate.

Su genio político rebasó las fronteras de su tierra y su época, las facetas de su pensamiento se encuentran interrelacionadas en la tarea que se impuso y a la cual dedicó toda su vida, la unidad de todos los cubanos, la expulsión del dominio colonial español de la Isla, evitar el peligro de una expansión norteamericana y fundar una república libre e independiente, «Con todos y para el bien de todos».

José Martí fue un revolucionario incansable en el arte y en la política; su obra es inmensa y abarca la poesía, la novela, el periodismo y el ensayo. Fue un gran pensador, orador, diplomático y político. En el campo de la poesía merecen mención Ismaelillo (1882), Versos Sencillos (1891), Versos Libres y Flores del Destierro. Sus obras ensayísticas más notables son el Presidio Político en Cuba (1871) y Nuestra América (1891), cabe también destacar su obra epistolar, de un elevadísimo nivel literario.

Nuestra América

Publicado en: La Revista Ilustrada de Nueva York, 10 de enero de 1891. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891.

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.(…)

Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa (…)

La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyès no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. (…)

La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas. (…)

Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! (…)

Influencia de Martí

La influencia del pensamiento martiano en los cubanos es tal que aún hoy día, a más de un siglo de su muerte, parece ser Martí una vez más quien se eleva en figura protectora y reunificadora de los cubanos. Su figura es tan respetada e idolatrada tantos por los cubanos que se encuentran en el exilio como por el Gobierno cubano. No hay proyecto de nación en Cuba sin el ideario martiano pues su pensamiento es la base de todo sentido de identidad y nacionalidad del pueblo cubano. Es por ello que José Martí es para cada cubano, y bien ganado el título, «El Apóstol».

Fue precursor del Modernismo, junto a Manuel González Prada (Perú), Rubén Darío (Nicaragua), Julián del Casal (Cuba), Manuel Gutiérrez Nájera (México), Manuel de Jesús Galván (República Dominicana), Enrique Gómez Carrillo (Guatemala), José Santos Chocano (Perú) y José Asunción Silva (Colombia), dio forma al movimiento.

X
El alma trémula y sola
Padece al anochecer:
Hay baile; vamos a ver
La bailarina española.
Han hecho bien en quitar
El banderón de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.
Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.
Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí
Que se pusiese un sombrero!
Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora;
Y como nieve la oreja.
Preludian, bajan la luz,
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción
Bailando un baile andaluz.
Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombro la manta:
En arco el brazo levanta;
Mueve despacio el pie ardiente.
Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la tabla fuera
Tablado de corazones.
Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.
Súbito, de un salto arranca;
Húrtase, se quiebra, gira;
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.
El cuerpo cede y ondea;
La bata abierta provoca,
Es una rosa la boca;
Lentamente taconea.
Recoge, de un débil giro,
El manto de flecos rojos:
Se va, cerrando los ojos,
Se va, como en un suspiro…
Baila muy bien la española,
Es blanco y rojo el mantón:
¡Vuelve, fosca, a su rincón
El alma trémula y sola!

Programa de actividades del Centro Cultural José Martí de la Ciudad de México Abril 2008

Como parte de la colaboración prestada por parte de la Asociación Cívica Cubano Mexicana al Centro Cultural José Martí de la Ciudad de México, se publicará mensualmente el programa de actividades del Centro Cultural José Martí de la Ciudad de México, y se pasará via correo electrónico a todos nuestros contactos.

Programa Abril 2008

Pueden descargar el Programa aqui

 

Para contactar:
Ing. Anibal Pendás Amador
webmaster de cubalsero
webmaster@cubalsero.org.mx

Actividad del 18 de marzo en la ciudad de México

Acto: Presidio Político en Cuba, Homenaje a José Martí
Lugar: Centro Cultural José Martí, Ciudad de México
Hora: 6:30 p.m.

Acto cultural
Actividad cultural

Acto cultural
Un poco más de buena música

Lic. Eduardo Mat�as
Lic. Eduardo Matías haciendo un análisis sobre el presidio político en Cuba

Acto
Lectura de fragmento del Presidio Político en Cuba


Fragmento del Homenaje al Presidio Político en Cuba de José Martí

Acto
Conversando con participantes del Acto

Despedida
Despedida del Acto

Obra de José Martí

José Martí fue un revolucionario incansable en el arte y en la política; su obra es inmensa y abarca la poesía, la novela, el periodismo y el ensayo. Fue un gran pensador, orador, diplomático y político. En el campo de la poesía merecen mención Ismaelillo (1882), Versos Sencillos (1891), Versos Libres y Flores del Destierro. Sus obras ensayísticas más notables son el Presidio Político en Cuba (1871) y Nuestra América (1891), cabe también destacar su obra epistolar, de un elevadísimo nivel literario.

Nuestra América

Publicado en: La Revista Ilustrada de Nueva York, 10 de enero de 1891. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891.
Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.(…)
Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa (…)
La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyès no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. (…)
La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas. (…)
Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! (…)

Caida en combate

El 19 de mayo de 1895 cae en combate cerca un lugar conocido como Dos Ríos, donde se cruzan los ríos Cauto y Contramaestre, en una escaramuza contra una tropa al mando del coronel español Ximénez de Sandoval. Una bala segó la vida del héroe cubano en plena madurez; los españoles se apoderaron del cadáver del apóstol y luego de comprobar que se trataba del jefe cubano lo enterraron en el cementerio de Santa Ifigenia en la ciudad de Santiago de Cuba. Algunas versiones sugieren que bien se trató de un suicidio político para un héroe ideológico sin experiencia en el combate, otras han sugerido que pudo haber caído víctima de un cruce de disparos, quizá por la mano de uno de sus propios hombres de combate.

Su genio político rebasó las fronteras de su tierra y su época, las facetas de su pensamiento se encuentran interrelacionadas en la tarea que se impuso y a la cual dedicó toda su vida, la unidad de todos los cubanos, la expulsión del dominio colonial español de la Isla, evitar el peligro de una expansión norteamericana y fundar una república libre e independiente, «Con todos y para el bien de todos».

La guerra necesaria

Hacia finales de 1894 casi ha completado los detalles del « Plan Fernandina »,consistente en invadir la isla de Cuba mediante tres expediciones coordinadas con levantamientos internos; pero el plan fracasa, por una delación en la cual se culpa al coronel López de Queralta. Una vez fracasado el plan, el 30 de enero de 1895, sale de Nueva York hacia Cabo Haitiano en compañía de Mayía Rodríguez y de Enrique Collazo. El 25 de marzo, después de conocer las noticias del alzamiento en Cuba, redacta El manifiesto de Montecristi, programa ideológico de la revolución, firmado por él y por Máximo Gómez.

El 1 de abril escribe a Gonzalo de Quesada y Arostegui y sale de Montecristi hacia Cuba con Máximo Gomez y otros patriotas en la goleta Brothers, cuyo capitán se niega a cumplir lo pactado, llegar hasta las costas cubanas. Finalmente el 10 del mismo mes parten de Cabo Haitiano en el vapor Nordstrand hacia Cuba y desembarca en el sitio conocido como Playitas de Cajobabo al sur de la región oriental de la Isla.

El 11 de abril de ese año de 1895 en pleno monte establecen contacto con la guerrilla de Félix Ruenes y más tarde con las fuerzas de José Maceo, hermano del heroico General Antonio Maceo, y el 3 de mayo redacta el manifiesto sobre las causas de la guerra para el New York Herald.

El 15 de Abril, los generales veteranos de la Guerra de los Diez Años, Máximo Gómez y Antonio Maceo, en justo reconocimiento a su labor titánica de organizar la guerra y unir a los cubanos en un mismo objetivo, la independencia, lo nombran Mayor General del Ejército Libertador. Un día antes de morir, el 18 de mayo de 1895, le escribe a su amigo Manuel Mercado en un campamento cerca de Dos Ríos, la que sería su última carta, considerada su testamento político:

Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895

Señor. Manuel Mercado.

Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir: ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía, y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber- puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo-de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias pª alcanzar sobre ellas el fin. Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos, -como ese de Vd. , y mío, -más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal q. los desprecia, – les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos.

Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas; y mi honda es la de David. (…)